Los miró, los volvió a mirar, y su apariencia no era la misma que hace ya unos años atrás.
Visualizó sólo uno. Lo tomó entre sus manos, lo giró, lo puso boca abajo; y hasta inclinó un poco su cabeza para así entrecerrar sus ojos y observarlo con mayor profundidad; pero no hubo caso, cualquier intento que hiciera por tratar de averiguar lo que le faltaba, quedaba descartado.
Busco en aquella vieja lata oxidada, en donde su mamá guardaba todo tipo de cachibaches para coser, un viejo centímetro, con los números ya casi desgastados por el tiempo.
Decidió dividirlo por la mitad verticalmente. De un lado lo midió de arriba hacia abajo y del lado derecho hacia su lado contrario; intento hacer lo mismo del lado izquierdo, pero le surgió un problema, un fragmento no estaba, un segmento de buzo había desparecido. Y es ahí donde se dio cuenta que aquella prenda que tantos recuerdo guardaba había tomado una forma asimétrica. Una forma diferente a los demás buzos.
Mansilla, Joana
¿Por qué?... ¿Por qué la odian? Si alzamos la vista y está ahí, si prendemos la
luz y aparece, si desde que nacemos vive con nosotros, si nuestro cuerpo está
perfectamente dominado por ella, desde niños cantamos nombrándola, jugamos
siendo ella la que nos da el tiempo a correr, a escondernos, era ella la que cada vez que no queríamos
dormir nos daba los tres minutos de
ventaja antes que nos obliguen hacerlo.
Antonela Belen Dipangracio
NECESIDADES CONCAVAS
Cada vez que que las interminables cavidades
que constituyen el ser y mi humanidad solicitan repetidamente la cuota de
energía que me mantienen con vida, cada vez que aquellas gotas iluminadas y
expresivas del sentir surgen como el agua de montañas, cada vez que mis
soportes marcan el ritmo constante de las rutinas de los días y cada vez que se
cierran las persianas como capullos, comprendo que el tiempo tiene en su sonido
mecánico mis sueños y que la porción
divina que me queda es sólo un minuto más en el universo que se sumerge en una
interrelación infinita.
